Biblioteca del Silabario

La gramática del castigo, el alfabeto de la violencia

Crack Rodríguez, Biblioteca del MAMM, Medellín, 2018

En Biblioteca del Silabario, Crack Rodríguez convierte la biblioteca—ese templo del conocimiento—en un aula de disciplina corporal, un salón de castigos, una escena de aprendizaje colonial. Lo que se activa no es solo un gesto performático, sino la recreación crítica de un sistema pedagógico atravesado por el dolor, la violencia y la obediencia.

Acompañado por una maestra de parvularia, el artista salvadoreño se posiciona con el torso desnudo, sosteniendo el clásico silabario latinoamericano—aquel manual con el que generaciones enteras aprendieron a leer. Frente a él, la educadora comienza una lección tradicional: leer en voz alta las sílabas que componen la lengua española. Pero esta vez, cada sílaba pronunciada va acompañada de un golpe con un cinturón de cuero sobre el cuerpo del artista. Cada sonido articulado por el lenguaje es también una marca en la piel. Cada combinación fonética es una coreografía entre el verbo y la violencia.

Este acto no es una mera denuncia. Es una encarnación crítica de las formas en que la lengua —y, con ella, toda la estructura del pensamiento occidental— fue impuesta en América Latina. A través del cuerpo como superficie de inscripción, Rodríguez rememora y cuestiona el modo en que la educación, especialmente en los contextos rurales y populares, reproduce una lógica de sumisión, represión emocional y obediencia. Lo que parece un acto individual es, en realidad, una síntesis brutal de una memoria colectiva.

El uso del silabario, herramienta pedagógica emblemática, no es casual. Fue uno de los vehículos mediante los cuales se implantó el español como lengua dominante, arrasando con los sistemas lingüísticos originarios y con las formas alternativas de transmitir el saber. En Silabario, Rodríguez no solo recuerda ese trauma histórico: lo vuelve presente. Lo convierte en experiencia compartida.

La obra se inscribe en la genealogía del artivismo latinoamericano, donde la pedagogía de la crueldad (como la llamaría Rita Segato) se enfrenta a su propia imagen reflejada en el arte. Como en las acciones de Regina José Galindo, Tania Bruguera o León Ferrari, el performance no busca simplemente conmover, sino exponer el sistema que permite que el castigo y el adoctrinamiento se naturalicen.

La biblioteca del MAMM, espacio simbólico del saber ilustrado, se ve así transformada en un archivo viviente de los métodos represivos que todavía sostienen la educación doméstica y estatal. El público no asiste como espectador, sino como cómplice pasivo: repite las sílabas, se contagia del ritmo, participa del castigo. La violencia ya no es solo la que inflige la correa, sino la que habita en la repetición acrítica del aprendizaje.

Silabario es una obra cruda, lúcida, dolorosamente precisa. Es la enciclopedia corporal del colonialismo lingüístico. Es la conjugación del verbo aprender con el verbo obedecer. Es un diccionario físico de cómo la lengua, cuando entra a golpes, no educa: domestica.

«Biblioteca del Silabario»: The Grammar of Punishment, the Alphabet of Violence

Crack Rodríguez, MAMM Library, Medellín, 2018

In Biblioteca del Silabario, Crack Rodríguez transforms the library—often seen as a sanctuary of knowledge—into a classroom of corporal punishment, a chamber of discipline, and a stage for colonial pedagogy. What unfolds is not simply a performance but a searing reactivation of a pedagogical system rooted in pain, repression, and forced obedience.

Accompanied by a kindergarten teacher, the Salvadoran artist stands bare-chested, holding a traditional silabario—a syllabary used throughout Latin America to teach reading. Before him, the teacher begins a familiar lesson: reading syllables aloud, as generations have done. But here, each uttered syllable is synchronized with the strike of a leather belt against the artist’s exposed body. Every phonetic combination is not just sounded—it is inflicted.

The work does not merely denounce a past—it embodies it. Rodríguez offers his body as a site of historical inscription, where the violence of language acquisition and discipline is laid bare. The physical pain experienced becomes a collective memory trigger, evoking the thousands of children in Latin America whose education was delivered with beatings, whose language was learned through suffering.

The use of the silabario is far from incidental. This educational tool was central in the dissemination of the Spanish language across Latin America, an instrument of both literacy and linguistic colonization. Silabario critically engages this history, revealing how language—introduced through force—becomes a mechanism of domination, erasure, and control.

As a piece of Latin American artivism, Silabario joins the powerful lineage of conceptual and political performance art, resonating with the likes of Regina José Galindo, Tania Bruguera, and León Ferrari. Like them, Rodríguez doesn’t aim to merely shock, but to lay bare the structures that normalize repression. The performance implicates the audience too, inviting them to repeat the syllables along with the teacher, echoing a pedagogical rhythm that doubles as punishment.

By staging this act inside the MAMM Library—a space of official, institutional knowledge—the work underscores the contrast between formalized education and its violent undercurrents, especially in marginalized, rural, or impoverished communities. It disrupts the neutrality of the museum and transforms the space into a living archive of colonial trauma.

Silabario is not only a performance; it is a brutally lucid articulation of how language can become a weapon. It is a painful syllabary of forced learning, a conjugation of the verb “to learn” with the verbs “to suffer” and “to obey.” It does not ask to be remembered—it leaves a mark that cannot be unlearned.

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