
San Salvador, Parque Libertad 2014
Hincarse en maicillo (maíz pequeño) y las palomas se están comiendo ese castigo, frente al Monumento de la Libertad en San Salvador.
“Donde se incrusta la libertad: cosechar penitencia pública y sembrar semilla en el dolor”
Crack Rodríguez, San Salvador, 2014.
Texto curatorial por The Fire Theory
En esta acción incisiva de 2014, Crack Rodríguez realiza un gesto de profunda resonancia simbólica y corporal al arrodillarse sobre un círculo de maicillo —maíz seco utilizado tradicionalmente para alimentar aves— dispuesto frente al Monumento a la Libertad, en pleno corazón del centro histórico de San Salvador. La escena es tan simple como brutal: el cuerpo del artista, desprovisto de cualquier barrera entre su piel y el grano, se somete durante treinta minutos al castigo físico que muchas infancias salvadoreñas conocen bien: “arrodillarse en el maicillo” como forma de disciplina doméstica.
La acción se sitúa deliberadamente frente a un monumento que alude a ideales de emancipación, pero que en la práctica ha sido testigo silente de libertades restringidas y justicias aplazadas. Este antagonismo —entre símbolo y realidad— es central en la pieza. La libertad, aquí, no es una figura triunfalista, sino una herida latente: una promesa incumplida cuya materialización sólo parece alcanzarse mediante dolor y exposición.
El maicillo, lejos de ser un simple elemento del castigo, encarna también una dimensión crítica al discurso de la seguridad alimentaria. En un contexto nacional marcado por la introducción de semillas “mejoradas” y la dependencia agroindustrial, la pieza nos recuerda que el maíz —base cultural y nutricional mesoamericana— se ha transformado en un campo de disputa biopolítica. Arrodillarse sobre esa semilla, ofrecer el cuerpo al grano como penitencia, es también poner el cuerpo ante la violencia del despojo genético y económico.
Las palomas que frecuentan el Parque Libertad completan la escena como testigos impotentes, convocadas por el maicillo y repelidas por la presencia humana. Ellas, como la ciudadanía salvadoreña, se enfrentan a una ofrenda que no pueden tocar, a un castigo que no pueden aliviar, a una libertad vigilada.
Rodríguez no interpreta un personaje: él se ofrece. Su gesto no busca victimización, sino redención pública. No en el sentido religioso del término, sino como acto político de exposición, como sacrificio civil. En un país donde el castigo muchas veces sustituye al juicio, y donde la violencia se confunde con orden, este cuerpo arrodillado recuerda que toda libertad verdadera requiere atravesar el umbral del dolor, hacerlo visible, hacerlo compartido.
“Where Freedom Burns: Public Penance and the Domesticated Seed”
Crack Rodríguez, San Salvador, 2014
Curatorial text by The Fire Theory
In this incisive 2014 performance, Crack Rodríguez offers his body in a gesture of visceral and symbolic resonance: kneeling on a circle of maicillo—a small corn grain traditionally used to feed birds—laid out in front of the Monument to Liberty in downtown San Salvador. The image is stark and brutal in its simplicity: the artist’s bare knees pressed directly into the sharp grains, submitting himself for thirty minutes to a disciplinary practice familiar to many Salvadoran children—kneeling on corn as a form of domestic punishment.
By staging this act before a monument dedicated to liberty, Rodríguez confronts the gap between national iconography and lived reality. Liberty, here, is not a triumphant figure but an ongoing wound—a deferred promise marked by pain, repression, and silence. His performance reclaims that space, charging it not with celebration, but with exposure and critique.
The maicillo—beyond its role in punishment—evokes the broader crisis of food sovereignty. In 2014, El Salvador was facing the growing imposition of “improved” seeds, threatening ancestral agricultural practices and deepening economic dependency. Rodríguez’s gesture of pressing his body into the grain reflects not only physical suffering but also the slow violence of genetic and cultural dispossession. He offers his flesh to the seed—both as penance and protest.
Surrounding him, pigeons—regular inhabitants of the Plaza Libertad—circle the scene, drawn by the grain yet repelled by the human presence. Like the Salvadoran public, they become silent witnesses to a spectacle of punishment they cannot interrupt, to an offering they cannot accept. The grain, intended for them, becomes unusable; the freedom, symbolized by the monument, becomes inaccessible.
Rodríguez does not play a role—he offers himself. His act is not one of martyrdom but of civil resistance. In a country where punishment often replaces justice and violence masquerades as order, this exposed, kneeling body reminds us that real freedom must pass through the threshold of pain, must be made visible, must be collectively witnessed.

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