Diáspora, ese país en el que Nayib Bukele tiene el 97.9 % de los votos

Segmento de la nota de El Faro,

Jueves, 8 de febrero de 2024, José Luis Sanz / Washington

La votación del domingo en Estados Unidos probó la popularidad de Nayib Bukele entre los salvadoreños migrantes, pero puso también en evidencia la desaparición de las fronteras entre gobierno, partido oficial y Tribunal Supremo Electoral. La embajadora hizo llamadas y dio órdenes a personal de un centro para que el TSE solucionara la no aparición de pasaportes específicos en el sistema informático; empleados del gobierno ayudaron a votar online con equipo informático del Tribunal, y vigilantes de Nuevas Ideas daban órdenes o cumplían funciones que corresponden a la autoridad electoral.

Como en los 70 y los 80, el dolor se ha convertido para muchos salvadoreños en una nueva frontera. Tu lado depende de quién lo alivia o quién lo causa. Víctor Rodríguez, “el Crack”, es un artista conceptual de cuarenta años que se exilió en septiembre de 2022. Tuvo un cruce de reclamos por Facebook con el director de Tejido Social del gobierno, Carlos Marroquín, tras conocerse que él encabezó en nombre del gobierno de Bukele las negociaciones con las pandillas, y pocas noches después alguien prendió fuego al carro del Crack. Ahora está en proceso de asilo político.

El domingo votó en el centro de Washington, en el mismo lugar que la risueña Guadalupe. Él lo hizo por el FMLN.

“Voten por hijos de puta diferentes, cerotes. Hagan algo, cerotes. Pregunten, puta, pregunten”, se ve decir a Rodríguez en uno de sus vídeos recientes en redes sociales: “Estuvimos volando verga todos estos cinco años. Incluso antes, cuando ese hijo de puta no nos quiso dar ningún debate y ahora ustedes se hacen los pendejos. No jodan, coman mierda y salgan a votar, cerotes”.

Le pregunto cuánto de performance hay en la grosería de esos videos, en el personaje chabacano que parece haber creado para su activismo desde el exilio. En la elección presidencial de 2014, la que después del decepcionante y corrupto gobierno de Mauricio Funes dio un segundo mandato a la antigua guerrilla, Rodríguez se comió la papeleta de voto enfrente de las cámaras de televisión y de las decenas de personas que esperaban en el colegio electoral, incluidas autoridades del TSE. Hubo quien tras su puesta en escena alegórica sobre el hambre de poder —“era una pupusa revuelta de hambre y democracia”, bromea— le quiso llevar a juicio por destrucción de material electoral. Cinco años después, en la elección que ganó Bukele, acudió a votar vestido de preso y cargado dentro de un ataúd.

Víctor
Víctor ‘el Crack’ Rodríguez, artista conceptual salvadoreño exiliado, en el Walter E. Washington Convention Center, donde el Tribunal Supremo Electoral instaló un centro de votación para la elección presidencial y legislativa del 4 de febrero de 2024. Foto El Faro: José Luis Sanz.

“Esta vez había que votar, hacer algo con mi mini-voto, que es nada”, dice. Defiende los insultos de sus mensajes como provocación y búsqueda, hasta cierto punto desesperada: “La puteada es el lenguaje que conecta con nuestra gente. He entendido que a veces solo cuando te están puteando sientes empatía. Me interesan todas las herramientas, todos los matices de la comunicación, y he visto que cuando hablas tranquilo, cuando eres diplomático, no te escuchan. ¡La puteada es el camino!”

Sobrevive ahora como puede. Tiene el apoyo legal de la organización internacional Artistic Freedom Initiative, pero para comer hace pequeños trabajos lavando el casco de barcos de recreo, vendiendo comida mexicana, haciendo tareas de mantenimiento o arrancando pisos. Le alivia que al menos, dice, su madre esté más tranquila con él fuera del país. Fuera de eso, como uno de los miles que en El Salvador pacífico de Bukele tienen miedo o son castigados por expresarse en público, todo es frustración.

“Después de este domingo habrá en El Salvador otras reglas del juego, y si la gente no se da cuenta rápido, después no se va a poder hacer mucho”, dice. “Pero todavía siento que no ha terminado el partido. Para la población en general viene un tiempo de miedos pero después de tanto desenfado con la política tenemos que asumir que tocará poner el cuerpo. El hambre y la corrupción están ahí y esto no va a ser sostenible. Vendrá el momento de que reaccionemos los salvadoreños”, dice. “El momento de los cerotes, jaja”.

Es una risa amarga. Enseguida le vuelve el exilio a la cara. “Mi intención siempre fue despertar a alguien, que la gente participara más…”, y hace una pausa. “Ahora duele que la gente me dijera ‘andá, comete la papeleta’ y no hicieran nada”.

Mientras a pocos metros la gente sigue votando y una familia uniformada con camisetas del presidente se saca fotografías, algo se desanuda dentro de Rodríguez y llora en silencio por varios minutos. “Tanto, para nada”, maldice. Y como si de repente viera una oportunidad performática, rechaza el pañuelo de papel que le ofrezco, casi sonríe, y se seca las lágrimas con las páginas abiertas de su pasaporte.

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