
La acción de Crack Rodríguez al caer 100 veces desde un pupitre hacia su costado derecho en un aula de la Universidad Nacional es una obra profundamente cargada de simbolismo, violencia contenida y crítica institucional. Esta performance se inscribe dentro de una genealogía del arte de acción latinoamericano que utiliza el cuerpo como campo de batalla y archivo vivo de las tensiones sociales, políticas e históricas.
Corporización de la repetición institucional
La repetición —caer 100 veces— no es una exageración, sino una metáfora física de la pedagogía autoritaria, del adoctrinamiento, del desgaste del cuerpo y la mente dentro de un sistema educativo que muchas veces reproduce estructuras de poder más que emanciparlas. El lado derecho del cuerpo —históricamente vinculado con lo racional, el orden, lo normativo— es el que absorbe el castigo, planteando una crítica al sesgo ideológico, político y normativo que domina muchos espacios universitarios, incluso aquellos que se pretenden como autónomos o revolucionarios.
Violencia simbólica y literal
Este no es solo un acto performativo, es una forma de auto-agresión consentida que dramatiza la violencia estructural e invisible que muchos cuerpos disidentes, especialmente en América Latina, experimentan dentro de los espacios académicos. La pieza interroga el mito de la «educación liberadora», mostrando cómo la universidad también puede ser un aparato de normalización y control.
Cuerpo como archivo de resistencia
En la tradición del arte de performance, el cuerpo de Crack se convierte en una herramienta de archivo, denuncia y resistencia. Cada caída es un gesto que acumula memoria, dolor, cansancio y persistencia. El conteo de las 100 caídas puede leerse como un acto de insistencia política y poética, una manera de resistir desde el cuerpo frente a una institución que muchas veces neutraliza la disidencia simbólica.
Intervención en el espacio institucional
Realizar esta acción en un aula universitaria no es un detalle menor. El aula es un territorio de jerarquías: profesor-estudiante, saber-no saber, centro-periferia. Al transformar ese espacio en escenario de caída y repetición, la performance desestabiliza el uso tradicional del aula y reconfigura su arquitectura simbólica. Es también una forma de repensar quién tiene derecho a la palabra y desde qué cuerpo se produce el saber.
Humor negro como táctica disruptiva
Como en muchas de sus obras, el absurdo y el humor en Crack Rodríguez no son frivolidades, sino tácticas disruptivas que exponen lo grotesco del poder. Hay algo tragicómico en ver a alguien tirarse al suelo 100 veces en el mismo gesto, que refleja tanto la tragicomedia de nuestras instituciones como la resistencia creativa frente a ella.

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